lunes, 27 de diciembre de 2010

"La forma del agua", de Andrea Camilleri



Después de acabar con Mankell, abro un nuevo ciclo, a modo de desafío. Descubrí a Camilleri el verano pasado con "La muerte de Amalia Sacerdote"  y me encantó. Tiene un punto sarcástico, aún más escéptico que el muy escéptico Brunetti. Y aunque esa novela no pertenecía al ciclo del comisario Montalbano, personaje creado en homenaje a nuestro querido y malogrado Manuel Vázquez Montalbán, me abrió el apetito de abordar la obra de este siciliano crítico y descarado, que sigue escribiendo con amplia libertad a sus 85 años. El desafío propuesto es leer el ciclo de Montalbano en orden cronológico, empezando por esta "La forma del agua", publicada en 1994.

Y después de acabarla me reafirmo en mis propósitos. Me ha parecido buenísima. De nuevo se entremezclan, al modo de la mejor cocina italiana, mafiosos, políticos, policías, jueces, enredos familiares, la iglesia, en fin, todo en su salsa. Y en el fondo nadie, o mejor casi nadie, es totalmente bueno o totalmente malo lo que lo hace más atractivo el tono de la novela.

Salvo Montalbano tiene cuarenta y cinco años, conserva una novia en Génova y es comisario de policía del pequeño y ¿ficiticio? pueblo de Vigàta, en Sicilia, fiel amigo de sus amigos y amante de la buena mesa. En la novela, un conocido político y empresario, el ingeniero Luparello,  aparece muerto semidesnudo en el interior de su coche en un arrabal donde reinan la prostitución y la droga. Todo apunta a que ha fallecido de un ataque al corazón después de haber mantenido relaciones íntimas con una persona desconocida. Sin embargo, el comisario Montalbano no se fía, y armado con su natural olfato para los comportamientos extraños, se propone descubrir la trama sexual y política que se esconde tras el presunto crimen.






Ya el principio es una muestra de humor. Quienes descubren el cadáver son Pino Catalana y Saro Montaperto, dos ingenieros técnicos "debidamente desempleados como ingenieros técnicos", que trabajan como "agentes ecológicos", es decir trabajadores de la recogida de basuras

La convicción de Montalbano será que la muerte del ingeniero ha sido construida de tal modo que asuma una forma concreta, como la forma del agua se adapta a su contenedor. Su trabajo será encontrar la verdad que se esconde en esa muerte, por encima del interés de jueces, vicarios o abogados en acabar cuanto antes con una investigación que no interesa a nadie. Y lo hará a su modo, haciendo justicia también de una forma muy peculiar.

Me gusta también la nota final del autor, tan pertinente para los tiempos que corren en su Italia y tal vez en muchos otros sitios. "Considero indispensable afirmar que este relato no nace de la crónica de sucesos y que no guarda ningún parecido con hechos reales: todo se debe enteramente a mi fantasía. Sin embargo, como en los últimos tiempos la realidad parece superar a la fantasía, incluso abolida, puede haberse producido alguna desgraciada coincidencia en el terreno de los nombres o de las situaciones. Pero del los juegos del azar, ya se sabe, nadie es responsable."

Así que después de un adiós a Wallander, vuelvo a aguas más cálidas. Habrá que seguir leyendo los casos del comisario Montalbano.


2 comentarios:

César dijo...

Tiene muy buena pinta este escritor. Sin duda leeré con interés tus reseñas, pues últimamente me estoy aficionando a la novela negra, y siempre está bien saber cuantas más opiniones mejor!
Saludos y feliz navidad!

Jose Ignacio Escribano dijo...

Yo también empecé leyendo "La muerte de Amalia Sacerdote" y aunque después leí "Ardores de Agosto" ahora he empezado también con la intención de leer por orden la serie de Montalbano empezando por "La forma del agua". Nos veremos durante esta travesía que promete.