miércoles, 21 de julio de 2010

"Tu rostro mañana", de Javier Marías



¿Cómo puedo escribir en unos párrafos sobre una obra inmensa de más de 1,500 páginas, una de las mejores novelas que he leído en los últimos años, aunque en ella apenas pase nada, tan solo una trama que se podría haber contado en seis páginas, y sin embargo, te atrapa en sus palabras, en esas largas frases que se retuercen, avanzan, reflexionan y no te sueltan, te enganchan de forma irresistible, y te van llevando hacia delante, hacia el final de una novela apasionante?.


He encontrado tantas referencias en la red a “Tu rostro mañana”, a sus tres partes “Fiebre y lanza”, “Baile y sueño” y “Veneno, sombra y adiós”, que no añadiré apenas nada, siguiendo el primer consejo que nos da el protagonista , Jacobo o Jacques o Jaime Deza, desde las primera líneas de la novela, no debería uno contar nunca nada. Sólo copio algunos párrafos, no por especialmente importantes, porque toda la novela es una enorme reflexión sobre la naturaleza humana, la traición, la violencia, el amor, la lealtad, sino tan sólo para que se pueda adivinar, entrever, el tono de la narración, la voz, el estilo. Vale la pena leerla, hacer el esfuerzo. Y como decía otro gran autor, las grandes novelas son para el verano.




“No debería uno contar nunca nada, ni dar datos ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jamás han existido ni pisado la tierra o cruzado el mundo, o que sí pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido. Contar es casi siempre un regalo, incluso cuando lleva e inyecta veneno el cuento, también es un vínculo y otorgar confianza, y rara es la confianza que antes o después no se traiciona, raro el vínculo que no se enreda o anuda, y así acaba apretando y hay que tirar de navaja o filo para cortarlo.”



"La vulneración de la confianza también es eso: no sólo ser indiscreto y ocasionar daño o perdición con ello, no sólo recurrir a esa arma ilícita cuando los vientos cambian y se le pone la proa al que contó y dejó ver -ese que se arrepiente ahora y niega y confunde y enturbia ahora, y quisiera borrar y calla-, sino sacar ventaja del conocimiento obtenido por debilidad o descuido o generosidad del otro, sin respetar ni tener en cuenta la vía por la que llegó a saberse lo que se esgrime o tergiversa ahora -o basta con haberlo enunciado para que ya lo desfigure al recogerlo al aire-: si fueron las confesiones de una noche enamorada o de un desesperado día, de un atardecer de culpa o un despertar desolado, o de la embriagada locuacidad de un insomnio: una noche o un día en que quien hablaba hablaba como si no hubiera futuro más allá de esa noche o día y fuera su lengua suelta a morir con ellos, ignorando que siempre hay más por venir, siempre queda, un poco más, un minuto, la lanza, un segundo, la fiebre, y otro segundo, el sueño -la lanza, la fiebre, mi dolor y la palabra, el sueño-, y también el interminable tiempo que ni siquiera vacila ni aminora el paso tras nuestro acabamiento, y sigue añadiendo y hablando, murmurando e indagando y contando aunque ya no oigamos y hayamos callado."




"Callar, callar, es la gran aspiración que nadie cumple ni aun después de muerto, y yo el que menos, que he contado a menudo y además por escrito en informes, y aún más miro y escucho, aunque casi nunca pregunte ya nada a cambio. No, yo no debería contar ni oír nada, porque nunca estará en mi mano que no se repita y se afee en mi contra, para perderme, o aún peor, que no se repita y se afee en contra de quienes yo bien quiero, para condenarlos."





"Callar, callar la gran aspiración que nadie cumple ni aún después de muerto y sin embargo se nos aconseja y se nos insta a ello en los momentos más graves. “Calla, calla y no digas nada, ni siquiera para salvarte. Guarda la lengua, escóndela, trágala aunque te ahogue, como si te la hubiera comido el gato. Calla, y entonces, sálvate”.





"Uno suele saber cómo acaban las cosas, cómo evolucionan y qué nos aguarda, hacia dónde se encaminan y cuál ha de ser su término; todo está ahí a la vista, en realidad todo es visible desde muy pronto en las relaciones como en los relatos honrados, basta con atreverse a mirarlo, un solo instante encierra el germen de muchos años venideros y casi de nuestra historia entera- un solo instante cargado o grave- y si queremos la vemos y la recorremos ya, a grandes rasgos, no son tantas la variaciones posibles, los indicios rara vez engañan si sabemos discernir los significativos, si se está –pero es tan difícil y catastrófico- dispuesto a ello; uno ve un dia un gesto inconfundible, asiste a una reacción inequívoca, oye un tono de voz que dice mucho y más anuncia aunque también oiga una lengua morderse –demasiado tarde- siente en la nuca el carácter o la propensión de una mirada cuando está se sabe invisible y resguardada a salvo, tantas son involuntarias; nota la melosidad o la impaciencia, percibe las intenciones ocultas que no están ocultas jamás del todo, o las inconscientes antes de que se vuelvan conciencia en quien deberá abrigarlas, a veces prevé uno a alguien antes de que ese alguien prevea a sí mismo ni se conozca ni se intuya siquiera, y adivina la traición aún no fraguada y el desdén aún no sentido; y el empacho que uno causa, el cansancio que provoca o la aversión que ya inspira, o bien lo contrario que no es mejor siempre: la incondicionalidad que se nos tiene, la demasiada expectativa, la entrega, el afán de agradar del otro y de sernos vital para suplantarnos luego y ser así quien nosotros somos; y el ansia de posesión, la ilusión que uno crea, la determinación de alguien de estar o permanecer a su lado, o de conquistarlo, y la lealtad irracional, desvariada; nota cuando hay solo entusiasmo y cuando es solo lisonja y cuándo es mezcla (porque nada es puro), sabe quien no es trigo limpio y quién ambicioso y quién no tiene escrúpulos y quién pasará por encima de su cadáver después de aplastarlo y quién es un alma cándida, y sabe que será de estas últimas cuando se las encuentra, y es destino que les espera si no se enmiendan y vician y también si lo hacen: saben si serán victimas suyas."





“¿Cómo puede no verse en el tiempo largo que quien acabará y acaba perdiéndonos nos va a perder? ¿No intuirse ni adivinarse su trama, su maquinación y su danza en círculo, no oler su inquina o respirar su desdicha, no captar su despacioso acecho y su lentísima y languideciente espera, y la consiguiente impaciencia que quién sabe durante cuántos años habría tenido que contener? ¿Cómo puedo no conocer hoy tu rostro mañana, el que ya está o se fragua bajo la cara que enseñas o bajo la careta que llevas, y que me mostrarás tan sólo cuando no lo espere?”.





Links:

A la página web de Javier Marías: http://www.javiermarias.es/

2 comentarios:

Gonzalo Muro dijo...

Tengo pendiente la lectura de la tercera parte, por eso las selecciones de textos que has copiado de las dos primeras partes me han refrescado la memoria y me han recordado lo que aún tengo pendiente.

Ya te contaré qué opinión me merece el cierre de la historia.

Un abrazo.

Golem dijo...

Para mí, la resolución de la historia no es lo mejor de la novela. El episodio de Madrid es demasiado simple. Pero el tono, el estilo, sigue siendo el mismo de toda la narración, y vale la pena acabarla.

Un abrazo